Grandes pasiones
LEV TOLSTÓI
El estreno de 'Ana Karenina' reactualiza al escritor ruso
Conviven en las librerías españolas al menos media docena de ediciones de Ana Karenina, reforzadas por las muy recientes de Alba y Alianza, publicadas al calor del estreno de la película de Joe Wright. Es un libro, pues, que nunca falta en las estanterías, un clásico vigente por sus propios méritos y por su constante amplificación desde otras instancias artísticas.
Desde el cine mudo hasta hoy mismo se han hecho 13 versiones cinematográficas de la novela, siendo la más célebre la dirigida por Clarence Brown e interpretada por Greta Garbo en 1935. A partir del relato de Lev Tolstói se han compuesto 10 óperas, se han hecho seriales radiofónicos y cinco series televisivas. Hay también ballets, musicales y adaptaciones teatrales. Es un filón inagotable.
Stefan Zweig se ocupó de Tolstói -junto con Casanova y Stendhal- en uno de sus trípticos biográficos, Tres poetas de sus vidas, como siempre con su tendencia a la novelización y al ensayo interpretativo. El recuento y el balance de la vida y de la obra de Tolstói requieren mucho más que unas docenas de páginas. Disponemos de dos volúmenes de sus diarios, de su ingente correspondencia -se conservan más de 10.000 cartas suyas- y de su trilogía autobiográfica -Infancia, Adolescencia, Juventud-, así como de los diarios de su esposa, entre un mastodóntico conjunto de materiales literarios y documentales.
Acantilado, que ha puesto en circulación buena parte de ese material, publicó también la apologética biografía de Romain Rolland, que igualmente escribiría un libro sobre Mahatma Gandhi, muy influido por las ideas pacifistas del escritor. Tiene más mordiente, desde luego, Amor y odio, el libro que William L. Shirer dedicó a los tormentosas relaciones entre Tolstói y su mujer, objeto, en su trágico tramo final, de una película reciente, La última estación (Michael Hoffman, 2009).
Cuando Tolstói escribió Ana Karenina (1873-1877) estaba en el período más tranquilo de su vida, aunque al borde de una nueva convulsión. Había nacido en 1828 en Yásnaia Poliana, donde sus padres -pertenecientes a la nobleza- tenían las vastas propiedades -4.000 hectáreas y 300 servidores- en las que el escritor viviría durante muchos años, elaboraría y experimentaría teorías educativas, religiosas, sociales y políticas y recibiría, como un gurú, a un sinfín de visitantes.
Perdió a sus padres antes de los nueve años y fue educado por unas tías muy beatas que, tras unos estudios mediocres de Derecho y de Cultura Oriental, no pudieron frenar su turbulenta vida de jugador, bebedor y putero, implementada por su participación como militar en las guerras del Cáucaso y de Crimea y por un periplo europeo en el que conoció a grandes escritores y confirmó su dedicación a la literatura. A esta etapa, iniciada en 1852, corresponden sus relatos autobiográficos y sus primeros cuentos, que podrían cerrarse con Los cosacos (1863).
Al asentarse en Yásnaia Poliana a comienzos de los 60, Tolstói ha dejado atrás su vida convulsa, ha puesto las bases de su producción literaria, ha fundamentado sus convicciones anarquistas e iniciará sus textos teóricos sobre educación y sus prácticas pedagógicas con los campesinos que le sirven en sus propiedades.
A los 34 años, en 1862, abre una nueva etapa al casarse con Sonia (llamada Sofía) Bers, una muchacha de 18 años con la que tendrá 13 hijos -todos condes, claro, como él mismo- y que será su estrecha colaboradora hasta que las cosas se pusieron imposibles. Convencionalmente, se señalan los años que van entre 1862 y 1877 como el período de madurez y relativa tranquilidad del escritor, impresión refrendada por la escritura de sus dos obras magnas: Guerra y paz (1863-1869) y Ana Karenina, que lo colocan a la cabeza de la literatura rusa y europea.
Pero en Ana Karenina ya hay apuntes de un cataclismo sustanciado en la entrega desaforada a la religiosidad y a la espiritualidad -un diseño propio con ingredientes cristianos y orientales-, a los pobres, a la justicia social, al pacifismo y la crítica a la sociedad y al poder político de su tiempo. Inmensamente rico, Tolstói quiere vivir y vive como un pobre, imponiendo a los suyos la austeridad, el rigor moral y el rechazo del mal que predica en varios libros. Se convierte en un líder político-religioso que despierta el recelo de las autoridades zaristas, la admiración de los peregrinos que lo buscan y el rechazo y la protesta de su mujer y de buena parte de su familia.
Alguien diría hoy, y con palabras de hoy, que a Tolstói no sólo le creció la barba como a un santón indio o a un patriarca ortodoxo, sino que se le fue la olla. No es exactamente así, claro. Amén de textos políticos y religiosos, y de cuentos y relatos tan excelentes como moralizantes, Tolstói, a lo largo de más de tres décadas inmerso en esa actitud, habría de escribir varias de sus obras maestras: La muerte de Iván Ilich -recién editada por Nórdica-, Sonata a Kreuzer y su última novela larga, Resurrección (1899), sin olvidar el controvertido ensayo ¿Qué es el arte?
Como su esposa y su familia no podían aguantarle más -quería dar sus derechos de autor y sus tierras a los campesinos- y él no podía permitir que allí no se viviera de acuerdo a sus reglas, el anciano Lev Tolstói (82 años) se fugó de casa, pero, enfermo, tuvo que detenerse en la localidad de Astopovo, donde murió de neumonía, el 7 de noviembre de 1910, junto a la estación de tren.
El tren, qué importancia tiene en Ana Karenina, más de 800 páginas que narran en ocho partes la pasión adúltera que destruirá la familia y la vida de una mujer casada y madre, tras enfrentarla a la gente de su clase, la alta sociedad. Recomiendo la lectura de las numerosas, interesantísimas y divertidas páginas que Vladimir Nabokov dedica a Ana Karenina y a Tolstói en su imprescindible Curso de literatura rusa (RBA). ¿Es la historia de una mujer irresponsable y alocada?, ¿de una entrega amorosa encomiable? ¿Comporta una crítica de la hipocresía burguesa?, ¿propone la vida virtuosa en el campo?
Con guión de Tom Stoppard, Joe Wright ha hecho una creación deslumbrante, una versión cinematográfica muy analítica que, al mismo tiempo, es, bajo el techo del teatro, una brillante explosión de todas las artes. Un espectáculo original y total.